jueves, 30 de octubre de 2008

De zapatos y bodas


Hace tiempo conocí a un chico en una boda. Desde que me vio trató de llamar mi atención. Sonreía, hacía caras chistosas, pasaba una y otra vez frente a mí. Era moreno, muy guapo, de ojos muy grandes y sonrisa encantadora.

Ángel y yo no estabamos en esa boda como invitados, estabamos trabajando. Yo tomaría las fotos de los novios. Monté las luces y me senté sobre el estuche de éstas a esperar que los novios tuvieran un momento para posar. La fiesta era al aire libre, en un jardín, y las noches de octubre son frescas. Estaba sola, muy lejos de la gente y el chico dejó de andar de arriba para abajo con sus primos y se acercó a mí.

-Cómo de llamas? -le dije.
-Juan.
-Oye Juan, tengo frío en los pies.
-Por qué? -me preguntó.
-Pues, porque no debí usar estos zapatos tan descubiertos el día de hoy. Debí usar calcetines.
-Deberías comprarte unos zapatos morados -me dijo.

Y en ese momento, me ganó. De dónde sacó eso, no se, tal vez del color que tenían mis pies por el frío en ese momento.

-Hay zapatos morados? -preguntó. Y rojos, y amarillos, y verdes, y azules, y blancos tambien. Pero mis favoritos son los negros.

Era adorable, no quería que llegaran los novios porque quería seguir platicando con él. Pero ni modo, tenía que trabajar. Después llegó Ángel y me dijo: Qué onda con tu enamorado, lo traes loco.Pues sí, creo que sí, pensé. Luego, en plena sesión fotográfica se acercó con una sonrisa medio tímida y me regaló una rosa roja que sacó de uno de los arreglos florales. Juro que si no hubiera estado ocupada con la cámara en las manos, le hubiera dado un beso. Solo dije: Gracias!, me la puedes cuidar mientras termino. Despues se fue y no regresó hasta que le tocó tomarse la foto con los novios.

Y mi rosa? -le pregunté. Abrió aún más sus enormes ojos e hizo una mueca como diciendo "ups!"Bueno, no importa - le dije

Terminamos. Empezamos a guardar el equipo y de pronto sentí una palmadita en el brazo. Era Juan con mi rosa roja en la mano. Me la dio y luego me abrazó muy, muy fuerte por la cintura, que es lo que alcanza a abrazar un niño de seis años. Se escucho la reacción de los presentes al observar esta escena, entre risa y suspiro de ternura.

Y yo pensé: Rayos, por qué no provoco ésto en un hombre mayor de edad y por lo menos cinco centímetros más alto que yo.

Está de más decir que ahora ya tengo unos zapatos morados. Y son mis favoritos.

1 comentario:

CyNtHeA dijo...

Me encanto,esta anecdota! Como es ke tiene tanto ahi y no la habia yo descubierto. Vivan tus zapatos morados... y todo o ke ellos implican y te recuerdan.